Leocadio Ccaccya Enciso
El día de “Todos los Santos” es una tradición cristiana, que
se celebra mundialmente el 1 de noviembre, para rendir homenaje a Todos los
Santos que no tienen fiesta propia dentro del calendario litúrgico. El día 2 es
considerado “día de los difuntos”.
Esta tradición, como tantas otras, nos fue impuesta. En
nuestras comunidades alto andinas la adoptamos. Hoy es una tradición nuestra. Cada
comunidad lo celebra con sutiles diferencias; en esencia se recuerda a los
seres que ya no están.
En Pomacocha se cree que todas las almas regresan de
Qurupuna, dado que se considera que después de la muerte nuestras almas viven,
la muerte es la continuidad de la vida. Qurupuna es el lugar a donde las almas
van, parten el mismo día del entierro en la tarde, por ello el entierro muy
tarde no era recomendable, le faltaría
tiempo para avanzar en el largo viaje.
Imágen tomada del blog Zorro Fox Perú. |
Esta creencia explica por qué en Pomacocha se enterraba a
los muertos con todo lo necesario para un viaje. Si se ponía mortaja
debiera ser ancha, una angosta impediría dar salto a los ríos que tuvieran
piedras por donde hacerlo o a las zanjas, cuentan que las almas lloran al no
poder saltar y cruzar los ríos; se prefería las zapatillas en lugar de los
zapatos, porque éstas la harían resbalar, pero las sandalias hechas de cuero de
llama eran las más recomendadas. Muchos en vida pedían no ser enterrados en
cajón, porque sería una carga pesada en el viaje. El fiambre no debía faltar, así como su chicha
y su coca. Si en vida tenía un perro que siempre le acompañaba, era
sacrificado para que le acompañe, también porque se cree que las almas en el
trayecto cruzan pueblos de los animales, de los gatos, de los burros, de las
gallinas, etc. y si en vida hubiese hecho daño u odiado a algún animal éstos le
atacarían, pero el perro ayudaría a ahuyentar. La lliklla o el poncho no podía faltar, como para cualquier viaje.
Conforme a nuestra cosmovisión, acorde a nuestro modo de ser
hospitalario, como para todo reencuentro con el ser querido, el 1 de noviembre,
se hace todo un preparatorio para el recibimiento o reencuentro con los
difuntos. Por ello, en cada casa, puesto que todos tienen un ser que se
adelantó en el sendero de la vida, se prepara las comidas más exquisitas,
principalmente las que en vida le agradaba al difunto. Días previos se prepara
la chicha de jora.
Son casi infaltables las tortillas, téngase presente que las
frituras eran comidas para fechas especiales, la variedad de picantes (el
picante de habas secas es exquisito). A diferencia de hoy, los panes únicamente se
preparaban para las festividades, en ese día no podían faltar los panes
serranitos al piso, es más, se preparaba los panes de maíz, no con la harina de
maíz que se vende hoy, sino con la del maíz de Pomacocha. No debía faltar,
también el sanku, que es un dulce de masa espesa preparada con el aku (harina
no muy fina de maíz y cebada), el sanku es insustituible también en los entierros
y los aniversarios de los difuntos. En suma, se prepara una variedad de platos
y bebidas en cada casa, si había frutas o dulces se compraban.
Todo los alimentos deben estar listos para las doce del
mediodía, desde esa hora se cree que los difuntos empiezan a llegar. Para
servir se escoge un espacio silente de la casa. Mi abuela elegía un rincón
oscuro de su casa antigua, detrás de su corredor, espacio que no tenía
ventanas. En una manta grande, llamado lupi (así se denomina a las llikllas
grandes que se utilizaba en los trabajos), se coloca todos los platos servidos,
las bebidas, la coca, los panes y los dulces si hubiese. Se cree que los
difuntos al regresar comerán el banquete. Así servido permanecen los alimentos
hasta el día siguiente.
Foto tomada de diarioadn.com |
En tanto, ese día en Pomacocha, el repique de las campanas
no cesa todo el día; el toque de las campañas de Pomacocha para los muertos
tiene una melodía muy triste que genera pesadumbre, todo pomacochano distingue
esa melodía que se llama chincaykuy (que quiere decir, el desaparecer). Las
campanas no dejan de tañer porque son muchos los que solicitan un repique en
memoria de sus seres queridos, comienza temprano hasta muy tarde.
Al día siguiente se solicita, a quien tenga ese oficio, para
que realice un responso en memoria del ser querido que ya no está. Las visitas
al cementerio, no eran frecuentes, a diferencia de hoy; eso se realiza el día dos,
pero tampoco todos van al cementerio como se acostumbra en las ciudades.
¿QUÉ ES QURUPUNA?, ¿EXISTE?
En Pomacocha, se cree que las almas van a Qurupuna, allí
viven eternamente. Tienen una nueva vida en el más allá. Forman una nueva
familia y se dedican a sus labores cotidianas. Cumplida con la tarea dada,
regresarán todos.
Se dice que los perros aúllan porque ven a las almas. Los
perros, se cree, ven a las almas que andan de las personas próximas a morir. Y,
como es obvio, a las almas que regresan en el “día de todos los santos”. Los
perros tendrían esa extraordinaria visión capaz de ver a las almas, de allí la
creencia de que si los humanos se colocaran la lagaña de perro en sus ojos
podrán también ver a las almas. Los mayores recomendaban no hacerlo, porque al ver las almas y quien
sabe otras cosas más te conduciría a la locura.
Sin embargo, cuentan que, un hombre que perdió a su esposa
que la amaba tanto no dudó en colocarse la lagaña de perro en los ojos para ir
tras su amada pareja. Efectivamente, el hombre viajó, siguiendo la ruta de las
almas, con todas las peripecias de un viaje a la vida en el más allá, llegó a
Qurupuna. Era el lugar donde moraban las almas, el lugar a donde todos en algún
momento irían. Buscando, finalmente, encontró a quien era su esposa, había
llegado cuando el sol aún no se ubicaba en el punto medio del espacio. Estaba
cocinando, ella estaba sancochando papas, pero él solo veía hacer
hervir unas piedras redondas de esas que abundan en los ríos.
Ver a su esposo le sorprendió. Le dijo que no tenía sentido que estuviese allí, ella estaba en otra fase de
su vida, ya tenía otra pareja. Le preguntó por los hijos de ambos, más bien le
hizo saber que abandonarlos le perjudicaría. Casi al mediodía, dijo que se
escondiera. Su esposo vendría a almorzar. Lo ayudó a esconderse en un cántaro
gigante de barro.
Cuentan que en Qurupuna todas las almas hombres se dedican a
construir una torre gigante y las mujeres a las labores de la casa. La tarea es
terminar de construir esa torre, logrado el propósito, todos podrán regresar a
la vida. Si no fuese por un detalle, tal vez todos regresarían a la vida, la
construcción lo hacen con piedras de río, con esas piedras ovaladas y pulidas
por el agua que no se sostiene al colocar una tras otra. Esa es la ardua tarea
diaria. Siempre, casi cuando ya están por terminar o ya celebrando el retorno
se viene abajo la construcción. Ese trabajo los ocupa a perpetuidad.
Como lo había advertido quien fuera su esposa, llegó su
esposo de la otra vida. Al ingresar sospechó de algo y preguntó por un olor
extraño a carne cruda. Su esposa supo manejar la situación y desvió su atención
de tan extraña presencia. Por unas rendijas el vivo pudo ver cómo disfrutaban
el almuerzo de papas sancochadas, en realidad veía cómo devoraban piedras. A él también lo había servido antes, pero para él solo eran piedras que solo se atinó a
mirarlas.
Volcán apagado Coropuna, en Arequipa. |
Ya cuando su pareja de la otra vida regresó a su trabajo, conversaron
un poco y tuvieron que despedirse para siempre; antes, le entregó una cantidad
de cenizas. Le indicó que llevara a la casa de la vida real y guardara en una
lliklla nueva que había dejado. Dijo que sería de utilidad para sus hijos. Ya en el camino de
regreso el hombre sintió pesada la carga que llevaba, una buena parte la
abandonó en el camino porque no encontraba una razón que justifique agotarse
físicamente llevando cenizas.
Llegando a su casa hizo las indicaciones que su esposa le
hizo. Tiempo después, la abrió por curiosidad. Grande fue su sorpresa que las
cenizas se habían convertido en plata, en dinero. Se arrepintió haberlas dejado
la mayor parte en el camino.
En la vida real, varios viajeros contaban haber llegado a
las cercanías de Qurupuna, allí donde se cree que las almas moran, nadie se atrevía acercarse, menos
ingresar, porque era un lugar que a la distancia se veía que sale una humareda
infernal. No cabe duda que era el volcán Coropuna en actividad, la montaña
sagrada de los incas, la tercera más alta del Perú, ubicado a 6425 msnm en Arequipa.