Cuando mis ojos pudieron ver
aquella mundana naturaleza,
pudo también contemplar
aquella tierna y maravillosa
silueta hija natural: La madre.
Cuando mis días de niñez oscurecían,
una luz me alumbraba;
aún en el llanto más perverso,
encontraba una gota de alegría,
en la única: La madre.
Cuando las turbias tempestades del ande
azotaban a la más contemplativa vida,
una flor hacía germinar una semilla.
Cuando la vida agonizaba
torturada por la mísera pobreza,
una rosa abonaba el germen.
Cuando la vida le es cruel,
cuando el hambre le es hastío,
no hay ser subliminal,
no hay vida modesta,
como la más inocente madre
que aprende a vivir de la muerte.
Si en este mundo hay
una flor que germina desde una roca,
Si hay ave que en busca de un grano
entrega su vida, es: La madre.
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