Leocadio Ccaccya Enciso
La Navidad es una costumbre de
origen europea hecha nuestra; hasta no hace mucho, prácticamente, en algunas
comunidades no existía.
En Pomacocha, hasta inicios de la
década de los noventa, año que migré, la noche del día 24 de diciembre era una
noche cualquiera; nada de juguetes, nada de regalos, nada de cuetes, nada de
chocolatada, nada de pavos, el panetón llegaba porque algún familiar nos
enviaba de Lima y era devorada en el instante, es una delicia que hasta ahora
me apetece.
Tomada de La Diáspora - Latino Digital Magazine. |
Mi generación creció en una
comunidad donde de la existencia de la Navidad apenas se sabía, el día 24 se
dormía como cualquier noche, nadie reclamaba regalos; en mi niñez no recibí un
juguete por Navidad, ni ropa nueva, no reclamé la ausencia de ello, menos me
sentía triste, porque aquello era normal, porque ningún niño recibía regalo por Navidad.
La ausencia de los juguetes de
fabricación industrial, se extendió por toda mi niñez, con algunas excepciones;
fue parte del juego y del entretenimiento el fabricar nuestros propios
juguetes, cortar una rama del árbol y fabricar un trompo era apasionante,
construir carritos de arcilla requería de una creatividad que la hacía con
pasión , construir carreteras y puentes sobre tierra firme para empujar los
carritos de arcilla eran parte del juego, construir casitas de piedras con sus
corrales, con sus andenes de sembrío, sus plantaciones de árboles, atrapar mariposas en el campo, etc. era lo que más me encantaba y me hacía feliz,
la privación de ello era un castigo, es decir, solo necesitaba de tiempo para jugar
y ser feliz, lo material era irrelevante. No creo equivocarme al afirmar, que
todos los niños, así, éramos felices.
Tomado de El Informativo del Perú |
En aquellos tiempos las ONGs no
llegaban, de las entidades caritativas no se sabía. No me opongo a las donaciones,
ni menos rechazo la solidaridad; pero, cómo se explica ahora, cuando por el
proceso de aculturación, influenciado por los medios de comunicación se ha
impregnado la idea de que la Navidad para los niños es sinónimo de regalos y si
no hay regalos es una Navidad triste, casi no es Navidad. Es muy probable,
ahora, cuando un niño recibe un regalo y el otro no recibe, el quien no recibe
se sienta triste, por más que se diga que el amor y la unión de la familia son lo más importante.
No diré que los tiempos de mi
niñez fue mejor o que imitemos aquello, pero este sistema dominado por los
mercantilistas que dan prioridad a lo material, que tiene por devoción la
acumulación de riqueza, y se esmeran en crear una sociedad consumista en lugar de
llevar desarrollo a nuestras comunidades ha incrementado las inequidades.
Alguien dirá la libertad, pero este sistema, es este aspecto, te ofrece una libertad parametrada, cuando te abruma
con una publicidad con un mensaje de que la felicidad está directamente
relacionada a lo material, cuando te venden la idea de que la felicidad y la
prosperidad es sinónimo de artículos suntuosos, cuando se ha mentalizado que la Navidad es sinónimo de regalos para los niños, nos obliga indirectamente a
hacer lo que los medios nos vende, vale decir, imitar esa sociedad idealizada donde
la felicidad está ligada a cuánto tienes y qué tienes.
Tomado de NAPA, No Apta Para Adultos |
Imaginemos que no sea costumbre
los regalos en Navidad, donde nadie hace campañas para regalar, es decir, como
los años ochenta en Pomacocha, si ello fuese así, nadie se sentiría mal a falta de
regalos, pero ahora, como todos regalan, tenemos una obligación moral de
comprar un juguete para nuestros hijos, aun teniendo que sacrificar nuestro
exiguo presupuesto. Hay que comprarle algo para los niños porque de lo
contrario se sentirán mal, viendo que otros reciben algo, hay que comprar
regalos porque la Navidad es para compartir, hay que comprar panetón porque en Navidad todos lo comen, hay que preparar una cena, si es con pavo mejor. Hay que
comprar.