sábado, 16 de agosto de 2014

EL ESPÍRITU ORAGANIZATIVO ANDINO

Leocadio Ccaccya Enciso

“Los incas – escribe María Rostworowski – destacaron indudablemente en la planificación de su Estado, y no podemos dejar de preguntarnos ¿por qué motivo este país ha dejado de lado el espíritu organizativo andino? ¿Por qué ha perdido dicha virtud?”1

Andenes incas de Choquequirao, en una pendiente pronunciada.
Los pueblos andinos, efectivamente, hemos abandonado el espíritu organizativo. Hoy, somos incapaces de proyectarnos al largo plazo, divagamos en lo inmediato, queremos lograr cambios sustanciales con metas menudas, padecemos de una miopía que nos impide ver el largo plazo.

Hoy achacamos nuestra carencia organizativa a la deficiente educación, alzamos nuestra voz para pedir socorro a los profesionales. Sin embargo, nuestros antepasados los huarpas, los waris, los chancas y los incas (en ese orden cronológico) que habitaron en el lugar que vivimos, sin saber leer y escribir, tuvieron la virtud de organizarse y planificar un modelo de sociedad que sin ser una panacea era más equitativa que la actual.

Algunos profesionales que están en la  política, carecen también de esa virtud organizativa, como estadistas son analfabetos. Lo que de sus títulos y cartones reluce es sapiencia para la politiquería, brota el saber y la astucia para engatusar a los electores, discurre la habilidad para la cutra y la repartija.

No es casual que la corrupción sea uno de los problemas endémicos de nuestro país. Nuestros pueblos, a pesar de su magro presupuesto, son también víctima de la corrupción.

Valle en la comunidad de POMACOCHA.









                                                                                               
La corrupción no solo consiste en el toma y daca de dinero, como dice Alfonso Quiroz “La corruptela comprende el ofrecimiento y la recepción de sobornos, la malversación y la mala asignación de fondos y gastos públicos, la interesada aplicación errada de programas y políticas, los escándalos financieros y políticos, el fraude electoral y otras transgresiones administrativas (como el financiamiento ilegal de partidos políticos en busca de extraer favores indebidos) que despiertan una percepción reactiva en el público”.2 

De la virtud organizativa andina queda, por ejemplo, los andenes. Para nuestros antepasados, la agreste geografía de nuestros pueblos, que todos conocemos, no fue impedimento para planificar una sociedad agrarista. Desde los huarpas (hay quienes afirman que los huarpas dominaron las escabrosas laderas para convertirlos en tierras de cultivo) hasta los incas planificaron ampliar su frontera agrícola en lugares inimaginables. De los incas “Sarmiento de Gamboa 1943, cap. 39), Betanzos (1968, cap. 10), y Garcilazo (1943, t. 1, lib. 2 cap. 37) mencionan la práctica de confeccionar maquetas de barro de los edificios y de los valles antes de empezar trabajos de envergadura”3

Andenes en Choquequirao al borde del abismo, es probable que estaban comenzando su construcción.





         
      
  
  
 
 
 
 
 
 

Los andenes no solo tienen la finalidad de solucionar el problema de la falta de tierras de cultivo, sino, reducen la erosión, mejora la condición micro climático del terreno porque se incrementa la capacidad de conservación del calor del suelo por acción de la radiación solar. Los andenes no solo se construían en las laderas donde había tierra, también se construyeron en los lugares pedregosos, a esos lugares se llevaban tierra de otro lugar. Los andenes qué duda cabe fueron construidos con visión futurista, después de siglos nos beneficiamos y quedará para la posteridad.

En nuestros pueblos hay andenes, pero esos andenes son obra o de los huarpas, o de los waris, o de los chancas o de los incas. Las construcciones posteriores son poquísimos. Alguna vez pregunté a mi abuelo, que había nacido en el año 1900 o 1902, sobre los andenes de Pomacocha, si sabía quiénes construyeron, la respuesta fue que probablemente los abuelos de sus abuelos. Desde que tengo uso de razón, vi solamente un ejemplo de construcción de andenes (en Lloqepata por quien en vida fue Isidro Quispe. El otro es reciente por una ONG, en el pueblo).
Valle en el distrito de POMACOCHA.

                                                                                                






La planificación y la visión de largo plazo en el Tahuantinsuyu era admirable, dice Rostworowski, que derrotado los chancas, el Cusco era apenas un villorrio, Yupanqui ordenó despoblar dos leguas alrededor, se canalizaron los arroyos, se construyó una maqueta, una vez nivelada la tierra, Yupanqui procedió, con cordel en la mano, a medir y dar traza de la nueva ciudad. La reconstrucción del Cusco duró veinte años. La planificación incaica comprendió, además, caminos, puentes, tambos y otros.4

Nuestra visión cortoplacista de nuestros pueblos es interesada, individualista, pensamos solo en nosotros. En Pomacocha cuentan, que casi se rechaza la forestación con eucaliptos en Patamarca. Antes que la forestación nos beneficiara con leña, la usanza era ir por leña a las quebradas, cada vez más cerca del río. Ya no existían los enormes árboles de tasta, los valles ya casi estaban deforestados, para cada cargonte se derribaba hasta una decena de árboles, quedaban los arbustos y los árboles pequeños. Si no fuese por la forestación hubiésemos padecido de la escasez de leña. Hoy, apenas se ha plantado unos cientos de pino. La forestación ya casi no es tal, los maderos de eucaliptos salen en camiones a otros lugares.

Nuestra visión cortoplacista hizo también que nuestros valles sean montes cerrados por la maleza. Hasta caminos no existen. Esas tierras con una planificación algo deben producir, no sé si cochinillas, taras u otros.





CITAS:
(1)    ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, María. “Historia del Tahuantinsuyu” IEP Ediciones. Lima 2006. Pág. 80.
(2)    QUIROZ NORRIS, Alfonso W. “Historia de la corrupción en el Perú”. IEP Ediciones. Lima 2013. Pag. 32.
(3)   ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, Op. Cit. Pág. 81.

(4)    ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, Op. Cit. Pág. 81 y siguientes.

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