Leocadio
Ccaccya Enciso
“Los
incas – escribe María Rostworowski – destacaron indudablemente en la
planificación de su Estado, y no podemos dejar de preguntarnos ¿por qué motivo
este país ha dejado de lado el espíritu organizativo andino? ¿Por qué ha
perdido dicha virtud?”1
Andenes incas de Choquequirao, en una pendiente pronunciada. |
Los
pueblos andinos, efectivamente, hemos abandonado el espíritu organizativo. Hoy,
somos incapaces de proyectarnos al largo plazo, divagamos en lo inmediato,
queremos lograr cambios sustanciales con metas menudas, padecemos de una miopía
que nos impide ver el largo plazo.
Hoy
achacamos nuestra carencia organizativa a la deficiente educación, alzamos nuestra
voz para pedir socorro a los profesionales. Sin embargo, nuestros antepasados
los huarpas, los waris, los chancas y los incas (en ese orden cronológico) que
habitaron en el lugar que vivimos, sin saber leer y escribir, tuvieron la
virtud de organizarse y planificar un modelo de sociedad que sin ser una
panacea era más equitativa que la actual.
Algunos
profesionales que están en la política,
carecen también de esa virtud organizativa, como estadistas son analfabetos. Lo
que de sus títulos y cartones reluce es sapiencia para la politiquería, brota
el saber y la astucia para engatusar a los electores, discurre la habilidad para
la cutra y la repartija.
No es
casual que la corrupción sea uno de los problemas endémicos de nuestro país.
Nuestros pueblos, a pesar de su magro presupuesto, son también víctima de la
corrupción.
Valle en la comunidad de POMACOCHA. |
La
corrupción no solo consiste en el toma y daca de dinero, como dice Alfonso
Quiroz “La corruptela comprende el ofrecimiento y la recepción de sobornos, la
malversación y la mala asignación de fondos y gastos públicos, la interesada
aplicación errada de programas y políticas, los escándalos financieros y
políticos, el fraude electoral y otras transgresiones administrativas (como el
financiamiento ilegal de partidos políticos en busca de extraer favores
indebidos) que despiertan una percepción reactiva en el público”.2
De la
virtud organizativa andina queda, por ejemplo, los andenes. Para nuestros
antepasados, la agreste geografía de nuestros pueblos, que todos conocemos, no
fue impedimento para planificar una sociedad agrarista. Desde los huarpas (hay
quienes afirman que los huarpas dominaron las escabrosas laderas para convertirlos en tierras de cultivo) hasta los incas planificaron ampliar su frontera
agrícola en lugares inimaginables. De los incas “Sarmiento de Gamboa 1943, cap.
39), Betanzos (1968, cap. 10), y Garcilazo (1943, t. 1, lib. 2 cap. 37)
mencionan la práctica de confeccionar maquetas de barro de los edificios y de
los valles antes de empezar trabajos de envergadura”3
Andenes en Choquequirao al borde del abismo, es probable que estaban comenzando su construcción. |
Los andenes no solo tienen la finalidad de solucionar el problema de la falta de tierras de cultivo, sino, reducen la erosión, mejora la condición micro climático del terreno porque se incrementa la capacidad de conservación del calor del suelo por acción de la radiación solar. Los andenes no solo se construían en las laderas donde había tierra, también se construyeron en los lugares pedregosos, a esos lugares se llevaban tierra de otro lugar. Los andenes qué duda cabe fueron construidos con visión futurista, después de siglos nos beneficiamos y quedará para la posteridad.
En
nuestros pueblos hay andenes, pero esos andenes son obra o de los huarpas, o de
los waris, o de los chancas o de los incas. Las construcciones posteriores son poquísimos. Alguna vez pregunté a mi abuelo, que había nacido en el año 1900 o
1902, sobre los andenes de Pomacocha, si sabía quiénes construyeron, la
respuesta fue que probablemente los abuelos de sus abuelos. Desde que tengo uso
de razón, vi solamente un ejemplo de construcción de andenes (en Lloqepata por
quien en vida fue Isidro Quispe. El otro es reciente por una ONG, en el
pueblo).
Valle en el distrito de POMACOCHA. |
La
planificación y la visión de largo plazo en el Tahuantinsuyu era admirable,
dice Rostworowski, que derrotado los chancas, el Cusco era apenas un villorrio,
Yupanqui ordenó despoblar dos leguas alrededor, se canalizaron los arroyos, se
construyó una maqueta, una vez nivelada la tierra, Yupanqui procedió, con
cordel en la mano, a medir y dar traza de la nueva ciudad. La reconstrucción
del Cusco duró veinte años. La planificación incaica comprendió, además, caminos,
puentes, tambos y otros.4
Nuestra
visión cortoplacista de nuestros pueblos es interesada, individualista,
pensamos solo en nosotros. En Pomacocha cuentan, que casi se rechaza la
forestación con eucaliptos en Patamarca. Antes que la forestación nos
beneficiara con leña, la usanza era ir por leña a las quebradas, cada vez más
cerca del río. Ya no existían los enormes árboles de tasta, los valles ya casi estaban deforestados, para cada cargonte
se derribaba hasta una decena de árboles, quedaban los arbustos y los árboles
pequeños. Si no fuese por la forestación hubiésemos padecido de la escasez de
leña. Hoy, apenas se ha plantado unos cientos de pino. La forestación ya casi
no es tal, los maderos de eucaliptos salen en camiones a otros lugares.
Nuestra
visión cortoplacista hizo también que nuestros valles sean montes cerrados por
la maleza. Hasta caminos no existen. Esas tierras con una planificación algo
deben producir, no sé si cochinillas, taras u otros.
CITAS:
(1) ROSTWOROWSKI
DE DIEZ CANSECO, María. “Historia del Tahuantinsuyu” IEP Ediciones. Lima 2006. Pág.
80.
(2) QUIROZ
NORRIS, Alfonso W. “Historia de la corrupción en el Perú”. IEP Ediciones. Lima
2013. Pag. 32.
(3) ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, Op.
Cit. Pág. 81.
(4) ROSTWOROWSKI DE DIEZ CANSECO, Op.
Cit. Pág. 81 y siguientes.
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