Leocadio Ccaccya Enciso
Como consecuencia de la realización del mega evento llamado pukllay, se ha hecho moneda corriente llamar pukllay a cuanto evento carnavalesco haya.
Foto tomada del facebook: Fedipa Carnavales Ayacucho |
Hay
quienes denominan pukllay a las
danzas que se hacen en representación del carnaval de algún pueblo de nuestro
Perú profundo o a los concursos de estos, hay también de aquellos que llaman pukllay a los concursos o las
presentaciones de las denominadas comparsas carnavalescas realizadas por los
migrantes que viven en las grandes ciudades y, hay otros tantos que denominan pukllay-carnaval (así, ambos a la vez, como si fuese un nuevo género) o carnaval-pukllay a algún evento comercial donde se planta una yunsa
y se baila cualquier género musical, pero menos el pukllay.
Ahora
hay quienes conciben al pukllay como
una danza (debo precisar que valoro y admiro las danzas) y por tanto entrenan
para que los pasos sean sincronizados, se adiestra a los danzarines para hacer
coreografías y la vestimenta es cuan uniforme de un ejército, todos iguales y
del mismo color. Claro, dirán que es un arte, y tienen razón, es una fascinante
creación artística, pero distinta al pukllay.
Lo
que se debe precisar es que no puede llamarse pukllay a una creación artística con fines de agradar a un jurado
para ganar un concurso o para deliberadamente llamar la atención de las
cámaras. El pukllay es una costumbre,
es una tradición, es una fiesta donde lo que importa es alegrarse a través del
canto, del baile, de la ejecución de los instrumentos musicales, disfrutar de
la comida, etc. En el pukllay no hay
pasos sincronizados previamente elaborados, no hay coreografías, no hay
jurados, no hay premios económicos, las vestimentas no obedecen a un patrón
establecido.
Muchos
voluntarios dicen difundir y hacer conocer al mundo las costumbres de sus pueblos, dicen re valorar la tradición, y en
algunos casos dicen rescatar las costumbres que en el tiempo ya se había
perdido. Admito que debe haber excepciones.
Foto tomada del Facebook: Raúl Fernadez Prado |
Pero
la experiencia enseña que en lugar de preservar la costumbre, se
distorsiona. Aclaro que no soy
conservador, sé que todo cambia, ha cambiado mucho y nada es igual a lo que fue
en su origen, sea en la inclusión de instrumentos musicales nuevos, en su forma
de vestir, etc. Si este cambio obedeciera a un proceso de aculturación desde
las mismas comunidades se entendería como un cambio normal que ocurre en
cualquier sociedad. Lo que no se entiende es la actitud de quienes en nombre de
la difusión y la revaloración del pukllay
modifican la costumbre de los pueblos fuera de ella y lo llevan a las
comunidades; inventan pasos de baile que nunca se había visto en las
comunidades (hay coreografías marcialmente elaboradas, hacen letras, flores,
corazones, etc.). inventan vestimentas que las comunidades no habían utilizado
(es común ver las camisas manga larga a
cuadros que es casi general en toda las danzas, ponchos de tela estampados con
publicidad, las polleras con diseños totalmente distinto a la de las
comunidades, etc.) en lugar de la tinya llevan, para llamar la atención, una
réplica como símbolo del pukllay,
porque hay de aquellos que en su música ya no incluyen este instrumento pero danzan
con un objeto parecido a la tinya, vemos también cómo algunos bailarines pretenden llamar la atención con tremendos quenachos de PVC que por el tamaño del brazo humano y el diámetro del tubo es casi imposible ejecutar semejante quenacho.
Foto Victor Amadeo Zarabia |
No
creo equivocarme que todo ello obedece a un objetivo: ganar concursos donde el
premio es económico. Confieso que, hace muchos años, he participado y
constatado esa experiencia, fui testigo de cómo las comparsas carnavalescas de
los residentes en la capital de la provincia de Andahuaylas y la región
Ayacucho hacían, y aún lo hacen, denodados esfuerzos y dedicaban muchas horas
de entrenamiento para sincronizar los pasos, inventar nuevos pasos del baile
que sean más “llamativos e impresionantes” para el jurado, todo con la única
finalidad de ser los campeones. Incluso muchas comunidades asisten a estos
eventos atraídos por el premio económico, y las ansias de campeonar hacen que,
en algunos casos, realicen una teatralización distinta sus costumbres.
Foto Víctor Amadeo Zarabia |
Lo
positivo de todo ello es que, gracias a quienes hacen el esfuerzo de organizar
estos eventos, los medios de comunicación han hecho saber al país y la
comunidad internacional que existe en el Perú una costumbre llamada pukllay, practicada por nuestras
comunidades, en sus diferentes versiones y con diversos matices. Queda como
tarea la enorme responsabilidad, de quienes promueven y de quienes hacen
posible la asistencia a estos concursos, de difundir y hacer conocer a quienes
no sabían de su existencia, de que las representaciones artísticas o réplicas
para merecerse llamar pukllay deben
ser lo más parecido posible al pukllay
original que solamente se realizan en los pueblos que dicen ser de donde
vienen. Caso contrario, venderemos la imagen de un falso pukllay, quienes no saben y no conocen el pukllay original, corren el riesgo de creer que el pukllay es un concurso de danzas que
hacen una representación artística.
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